sábado, 24 de julio de 2010

EDITORIAL: Dos cucharadas de marxismo

Por: Juan Montaño Escobar
axe858@hoy.com.ec


Este jazzman, de tendencia marxista, cree en los aciertos teóricos: "La historia se repite unas veces como tragedia y otras como comedia". A Carlitos de Tréveris le faltó decir "y también como tragicomedia" cuando se tiene una revolución y no se sabe qué hacer con ella. Groucho ahorró tinta y papel y la compuso mejor: "La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados". Concordia teórica. Ahí, en "remedio equivocado", el tema de La Concordia esmeraldeña calza cómodo. O es el regalo envenenado para quienes creíamos que, después de la aprobación de los 78 congresistas, en noviembre de 2007, la historia jamás se repetiría.

"La verdad no importa, sino tener razón". Grafito de algún marxista tendencia madrugada, aerosol y canalla. Por aquello de "paredes y murallas son papeles de… proletarios". Esos territorios siempre estuvieron en la jurisdicción de la provincia de Esmeraldas; esa es la verdad y no da razón a quienes han utilizado todas las variantes lingüísticas negreadoras para profundizar este conflicto. Que "conflicto"" suene áspero, maldito, perverso, etc. El Congreso de 1918 confirmó la verdad jurisdiccional de estos territorios para Esmeraldas. Compra y venta de tierras se legalizaban allá. En 1953, bajo la mirada del entonces presidente Camilo Ponce Enríquez, se ratificó la verdadera jurisdicción esmeraldeña sobre La Concordia.

En 1977, terratenientes llegados de la Sierra a La Concordia, entre ellos, algunos ex militares, empezaron a inventar razones para falsear la verdad. Repetición de la historia como tragedia. Pensemos: dictadura militar, comisión especial de límites internos de la república (timoneada por militares), geofagia y reclamo pichinchano. Ajá, razones de comediantes. Inventaron el conflicto y le colgaron unas razones que no han cambiado y volvieron al discurso del presidente Rafael Correa, el lunes pasado. Filo de tragedia y comedia en un coliseo, con una población dividida. Las bombas lacrimógenas fueron lanzadas por miembros de la Policía Nacional para dispersar a centenares de moradores de La Concordia que pugnaban por entrar. El gas afectó a quienes estaban dentro. Minutos dramáticos.

El melodrama: detención de una concejala emepedista que estaba dentro del coliseo por la guardia presidencial, acusada de "terrorismo y sedición"; en esta jam-session, se recomienda que la envíen a Guantánamo, ¿qué hace falta, señores?

Las razones de artificio ya están en los canales del Gobierno. Atraparon a unos jóvenes que comían salchipapas; la indigestión ocurrió por la presión para que inculparan a la concejala. Repetición de la historia política como arte de crear peligrosos equívocos mediante falsas razones.

La Concordia no es solo defensa de su jurisdicción territorial, es más bien un sentimiento de justicia, y muy fuerte, en la totalidad de mujeres y hombres esmeraldeños. Y no es humorada, sino la pura verdad.

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