martes, 1 de marzo de 2011

Tragedia en la vía Chamanga - Pedernales

“¡No me dejen morir, por Dios sálvenme!”

Por no atropellar a un niño el chofer se estrelló contra un bus de pasajeros. Ocurrió en la vía Pedernales-Chamanga, de Esmeraldas.



EXTRA
Johnny Vélez, Pedernales (Manabí)


“No me dejen morir, por Dios sálvenme” eran los gritos desesperados de Jorge Aveiga, de 44 años, quien por no matar a un niño de seis años que se cruzó en la vía se impactó contra un bus. La víctima era un conocido comerciante de mariscos de la zona entre Pedernales y Esmeraldas que quedó atrapado entre las latas retorcidas de su camioneta Mazda, blanca, de placa PTZ 433.

El accidente ocurrió a las 14:30 del domingo, en el kilómetro 312, sector La Punta de la vía Pedernales-Chamanga. Jorge regresaba desde Esmeraldas hasta Pedernales, donde vivía.

El liviano automotor se estrelló contra un micro de la cooperativa Flota Manabita, disco 10, que iba desde Pedernales a Chamanga, de Esmeraldas.

Los curiosos se acercaron para observar lo que había ocurrido, pero un testigo manifestó que la camioneta iba por su carril y de manera inesperada un niño intentó cruzar la calzada, entonces el conductor de la Mazda realizó una maniobra hacia la izquierda, pero en sentido contrario venía un bus y chocó frontalmente.

El impacto fue tan fuerte que la máquina del pequeño automotor se unió al asiento quedando atrapado el chofer de la camioneta. Sus gritos desgarradores se hacían escuchar, pero los campesinos nada pudieron hacer para salvarlo, porque Aveiga estuvo atrapado por unos 45 minutos sin recibir auxilio.

La considerable distancia desde Pedernales hasta el lugar del accidente no permitió a la Policía llegar a tiempo para salvar la vida de Jorge. Fueron minutos de angustia y desesperación.

Los familiares de la víctima fueron alertados del percance y a las 15:47 una camioneta llegó con varios ocupantes a la escena del terror. La esposa fue la primera en bajar corriendo, llegó hasta el cuerpo de su esposo y con gritos desgarradores exclamó “¡no puede ser... mi negro … qué te pasó, Dios mío me quitaste a mi amado esposo”. Un cuñado calmaba a la viuda, mientras las hermanas e hijos lloraban. El cuerpo fue llevado hasta el barrio Buenas Peras, de Pedernales, donde hoy será sepultado.

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