domingo, 10 de octubre de 2010

EDITORIAL TOMADO DEL DIARIO EXPRESO

Editorial


La señal

http://www.expreso.ec/ediciones/2010/10/10/opinion/la-senal/

Debe ser comprensivo en no afectar radicalmente disposiciones que están profundamente arraigadas en la vida y costumbres de determinados servidores públicos, tal vez inconvenientes, pero sin causar daño alguno”.


Para el ciudadano desmemoriado o confundido que piensa que es el momento de la reconciliación, el presidente Correa acaba de enviar una clara señal por intermedio del Secretario Jurídico, indicando que presentará acusación particular a nombre de la Presidencia, contra los policías presuntamente responsables de intento de asesinato a su persona. Decisión inequívoca del rigor y severidad con que tratará el Gobierno el delicado problema de la rebelión policial o el intento de golpe de Estado, según la apreciación de los ciudadanos al juzgarlo.


La conveniencia o inconveniencia de la presencia del Presidente en el cuartel de policía sublevado, genera un intenso debate que traspasa la Asamblea y llega al ciudadano en que es muy difícil conciliar los diversos criterios, por ser subjetivos y personales. En lo que, posiblemente, todos podemos estar de acuerdo, es que el problema, lejos de terminar con el rescate del Presidente y el saldo trágico de muertos y heridos, se prolongará el tiempo que demoren en superar los resentimientos y resquemores institucionales de la fuerza pública.


El interés de la patria y la paz de los ciudadanos deben anteponerse siempre a los intereses o beneficios institucionales, por respetables que fueren. Si fuimos capaces de renunciar a nuestra histórica heredad territorial, en beneficio de la paz externa, no debemos sacrificarla internamente, por actos temperamentales de la autoridad o por la irresponsable actitud de un sector de amotinados, que actuando al margen de la Constitución y de las leyes, pretendieron llegar hasta el crimen de Estado.

El estadista debe ser firme y enérgico en la aplicación de la ley, pero sobre todo sabio en medir las consecuencias de sus decretos y decisiones. Debe ser comprensivo en no afectar radicalmente disposiciones que están profundamente arraigadas en la vida y costumbres de determinados servidores públicos, tal vez inconvenientes, pero sin causar daño alguno.


Al país no se lo puede cambiar de un día para otro, o en el corto espacio de uno o dos períodos presidenciales. El país permanece, los mandatarios son transitorios. El respeto a la ley, no necesariamente excluye, la comprensión y prudencia que deben primar en el gobernante, que tiene como deber primario: lograr la armonía y bienestar indispensables para el desarrollo nacional.

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