lunes, 11 de octubre de 2010

Editorial tomado del diario EL COMERCIO

EL COMERCIO
Gremio presidencial
Diego Cevallos Rojas
lunes 11/10/2010 En Ecuador hubo un intento de golpe de Estado, esa es la consigna ya no se trata de exhibir pruebas o de demostrarlo, sino de repetir y aprovecharse de tal versión. Unasur y OEA compraron la idea y la reforzaron. Aunque estos foros afirman que su norte es velar por la democracia y la paz social, su accionar indica que lo que importa es defender al gremio presidencial.

Se perdonan el autoritarismo, los atentados al equilibrio de poderes, la persecución a opositores, las amenazas a los medios de comunicación y hasta la trampa y las mentiras presidenciales. En su guión, estas faltas no son relevantes para la democracia.

Recuerde el caso del hondureño Manuel Zelaya, quien antes de ser depuesto, ese sí en un golpe de Estado, había cometido con total impunidad y sin que la OEA o sus colegas dijeran nada, barbaridades contra la institucionalidad de su país, entre ellas pago de sobornos y amenazas de dar su propio golpe de Estado. Claro, cuando fue destituido, sus colegas salieron presurosos a defender “la democracia”.

En el caso de Ecuador no se ha exhibido ninguna prueba que indique que hubo un intento de golpe de Estado. Se trató de una rebelión inaceptable de policías y militares, azuzada por un presidente que perdió el control y que comprometió su seguridad de forma irresponsable. Pero hay que reconocer que al fragor de la asonada supo vender la especie del golpe y mantener en segundo plano su poco apego a la tolerancia, el diálogo y el equilibrio.

El coro de la OEA y sobre todo de la Unasur no objetaron la versión de su agremiado. Eso sí, se curaron en salud y dejaron constancia, aunque hagan poco por ello, que tienen un “fuerte compromiso” con la preservación de la institucionalidad democrática y el Estado de derecho. Tal no hay pruebas ciertas de la tentativa de golpe de Estado, que el canciller argentino Héctor Timerman, declaró que hay que “mantener bien alto la consigna de lo que ocurrió acá (en Ecuador) fue un golpe de Estado, no un reivindicación salarial”. Sí, leyó bien, dijo consigna. En otras palabras, seguir una máxima o una orden. Y es que esa versión da réditos políticos y mantiene unido al gremio.

Chávez y Morales, los más cercanos a Correa, insistieron en la versión del golpe y acusaron sin pruebas a Washington de ser el culpable. No sorprendió esta reacción. El venezolano ni se ruboriza al hacer malabarismos matemáticos para afirmar que ganó una elección que en los hechos perdió o que el boliviano acepta con total candidez que hizo trampa para ser reelegido.

Ecuador tiene el desafío de enderezar sus instituciones hacia una democracia sin exabruptos como el ocurrido. La OEA y la Unasur podrían ayudar mostrando con hechos su compromiso con la democracia, no solo con el gremio de mandatarios.

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