Familiares de policía fallecido piden atención para su esposa e hijo
Erdwin Cueva
LOJA
EL UNIVERSO
Viteri Froilán Jiménez Granda, de 26 años de edad, es el policía que falleció ayer durante el operativo para al presidente Rafael Correa, y es oriundo de la provincia de Loja.
Los familiares expresan que no saben cómo exactamente falleció Froilán Jiménez, pero si dejan ver que desean saberlo, ya que las imágenes que se dieron a conocer la noche del jueves, son confusas.
Jiménez era oriundo de la parroquia San Antonio de las Aradas en el cantón Quilanga donde creció junto a sus padres y 8 hermanos, en ese sector ubicado al sur este de Loja.
Decidió ser policía. Se graduó hace 6 años y tan solo hace dos empezó a ser parte del GIR. “Lamentablemente se preparó para este tipo de operativos, y falleció ayer tratando de rescatarlo al presidente”, alcanza a decir con la voz entre quebrada y con llanto en sus ojos Tania, una de sus hermanas.
Cuenta que después de graduarse, se casó con una compañera que actualmente trabaja en el aeropuerto de la capital de la República. Deja en la orfandad un niño de dos años de edad.
Los padres del policía fallecido viajaron la mañana de este viernes a la capital para hacerse cargo del cadáver de su hijo.
“Por su trabajo no podía venir continuamente acá a Loja, pero siempre que le daban vacaciones, venía para estar con nosotros, pues era muy cariñoso” agrega Tania.
Asegura que el ahora fallecido siempre comentaba que le iba muy bien en el trabajo, aunque siempre existía la preocupación por su salud y vida. “Su trabajo era pesado y muy peligroso. Justamente hace dos meses supe que le enviaban a rescatar secuestrados o capturar a narcotraficantes, pero le gustaba su trabajo” dice.
Rosa, otra de sus hermanas, mucho más triste y destrozada pide a las autoridades gubernamentales que trasladen el cadáver hasta su tierra natal y que de algún modo vean por la integridad de su familia, y especialmente de su hijo. Y quiero verlo aunque sea muerto. Yo no lo he visto desde hace más de un año”, comenta Rosa.
"Echando rosas a los puercos"
Un caso emblemático, de los muchos que a diario presenciamos, es el del veto a la Ley de Servicio Público, gracias a una mayoría parlamentaria dócil y obsecuente, al igual que otros poderes del Estado, que parecen haber olvidado que la impunidad y el olvido viven adheridas al déspota de turno....
Por: Antonio Parra Gil. |
La política del Ec. Correa, que nos agobia y atosiga, no sólo está acabando con el país, destruyendo sus instituciones y su economía, malbaratando la confianza de muchos ecuatorianos, sino que lo está incendiando con el uso de sofismas (o razones aparentes con las que quiere defender o persuadir lo que es falso), de la mano de una perversa demagogia que degenera la democracia.
Un caso emblemático, de los muchos que a diario presenciamos, es el del veto a la Ley de Servicio Público, gracias a una mayoría parlamentaria dócil y obsecuente, al igual que otros poderes del Estado, que parecen haber olvidado que la impunidad y el olvido viven adheridas al déspota de turno, pero no corren su misma suerte porque cuando esos personajes “ponen los pies en polvorosa y cogen las de Villadiego” (Cervantes, el Quijote), no llevan cargas inútiles.
El veto es perverso, entre muchos otros motivos, porque con él se pretende castigar con el despido inhumano y cruel a decenas de miles de servidores públicos por el pecado de ser viejos y eficientes, hechos en unos casos con ropaje de jubilación obligatoria e indemnizaciones en bonos, y en otros con el de compra obligatoria de renuncias, que unas veces se pretende explicar con que los jóvenes necesitan trabajo, cuando el objetivo real es colocar a sus partidarios, en otras con la necesidad de reducir la burocracia.
Ambas explicaciones son sofismas porque para dar trabajo no hay que quitárselo a otros. La solución es crear fuentes de trabajo (elemental, mi querido Watson).
Si el oleaje de despidos fuera para reducir la burocracia, como conocidos áulicos afirman, me pregunto si se han puesto a pensar en la situación del IESS con algunas decenas de miles de nuevos jubilados e igual número de personas que dejan de aportar. Sería un desastre.
Es lamentable que mientras otros países extienden la edad de jubilación (por longevidad mayor y necesidad de sustentar la seguridad social), nosotros seguimos echando rosas a los cerdos.
Deberemos recordar el día que el economista condenó a los viejos al hambre, como se recuerda la matanza de los inocentes (Herodes I). ¿Verdad, economista?
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