martes, 31 de mayo de 2011
A dinamitazos
Por: Rosalía Arteaga S. | rosaliaa@uio.telconet.net
TOMADO DEL DIARIO EL TIEMPO
Me resulta difícil creer que en el Ecuador pasen estas cosas, pero la noticia ha sido corroborada por quienes la originaron: Las Fuerzas Armadas ecuatorianas dinamitaron las maquinarias que se usan para extraer y purificar el oro extraído por mineros artesanales en la provincia de Esmeraldas, y concretamente en la zona de San Lorenzo.
Por supuesto que muchas personas hemos pensado que la minería artesanal tiene que regularse, y, que sobre todo, se debe buscar la forma de evitar la contaminación que de ella se deriva, fundamentalmente por el mercurio en las aguas de los ríos en donde se realiza la explotación.
También pensamos que es necesario capacitar y dotar de los implementos necesarios a los pequeños mineros, que, atraídos por una especie de pequeña “fiebre del oro”, concurren a los lugares en donde se dan descubrimientos del codiciado metal.
Sin embargo de lo dicho, la medida tomada en días anteriores, de destruir las maquinarias, utilizando dinamita para ello, nos parece absurdamente desproporcionada, de una violencia que realmente asombra.
No se trata de responder a una violación de las leyes con más violencia, no se trata de dejar bruscamente sin ocupación a centenares de personas, en una zona tan conflictiva como la de Esmeraldas, en cuya frontera ya se ha denunciado en múltiples oportunidades que la vecindad de zonas en las que el narcotráfico, la guerrilla, los paramilitares, la delincuencia común, se hacen presentes como algo que se permea en el día a día, es como incitar a que la gente sin ocupación se dedique a delinquir.
La violencia genera violencia, la dinamita usada en la destrucción de las maquinarias, aparece como una incitación al uso de elementos peligrosos en una zona “caliente” de la frontera colombo-ecuatoriana.
La problemática social se agudizará en lugar de mejorar. Ya los jóvenes de San Lorenzo, se sienten como ciudadanos de segundo orden cuando comparan los beneficios que reciben de las organizaciones que tienen que ver con desplazados, quienes cruzan la frontera desde el otro lado. La rabia acumulada nunca es buena consejera, y el Estado parece que no está haciendo otra cosa que exacerbar las situaciones de riesgo, en lugar de poner sus esfuerzos en sacar adelante a la gente de este lado de la frontera.
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