martes, 10 de agosto de 2010

Cultivos de coca, laboratorios y grupos armados, cerca de Mataje



EL UNIVERSO

Puerto Palma tiene un muelle de palos. Está en un ramal del estuario de Mataje, en territorio colombiano, a 10 minutos en bote de Palma Real, el último poblado ecuatoriano del norte de la provincia de Esmeraldas. El movimiento en Puerto Palma, que tiene una veintena de casas, es intenso. Cada diez minutos llegan botes de carga y pasajeros desde Ecuador. Se asemeja a un depósito de gas y gasolina ecuatorianos. Decenas de cilindros, de 15 kilos, amarillos y azules, están enfilados. Junto hay decenas de grandes canecas. También llegan y salen decenas de personas.

En la parte alta de aquel puerto, una decena de hombres y mujeres de tez negra instalan comunitariamente unos cables de energía eléctrica. Doña Pepa, como es conocida la presidenta del sector, dice que el Municipio de Tumaco les dio el material. Sus vecinos, en cambio, se quejan de la falta de trabajo, porque la empresa palmicultora del sector dejó de operar temporalmente. Entonces, aceptan, la alternativa es ir a laborar a Ecuador. O dedicarse en el campo a sembrar coca, con la esperanza de que el Ejército y Policía colombianos no fumiguen o lleguen a destruirlos.

Un hombre, que está cerca del muelle, en silencio, llama la atención del equipo de este Diario para indagar cuál es el objetivo de la visita a la zona, a mediados de julio. Los pobladores lo reconocen como un supuesto miliciano, integrante civil de la guerrilla de las FARC, o de otro grupo armado.

El movimiento fronterizo, los cultivos de coca, el miliciano y hechos de violencia que cuentan los lugareños, definen a esta como una zona “roja”. Si bien esta región ha sido violenta desde hace más de una década, por la disputa de territorios entre grupos paramilitares y las guerrillas de las FARC y ELN, desde hace unos cinco años se ha convertido en el centro de producción de coca y combates entre el Ejército regular y los ilegales. Cientos de campesinos que huyeron de las fumigaciones en el Caquetá y en el Putumayo (Colombia), frente a Sucumbíos, desbrozaron la selva e instalaron sus cultivos ilícitos.

Hay una franja entre el límite con Ecuador y el río Mira, donde se asientan los cultivos, los laboratorios de procesamiento de drogas y por donde se movilizan los grupos armados, especialmente las FARC. En esa franja, que va desde el mar hasta frente al occidente de Carchi, pasando por todo el frente de Esmeraldas, se observa a campesinos que transportan semillas de coca, tanques de combustibles, químicos para procesar el alcaloide. Es el área donde llegan los compradores, protegidos por los grupos armados, donde el lenguaje predominante es la violencia.

Aquí, la arroba de semilla se comercializa a 200 mil pesos (100 dólares), según los campesinos. Con 40 arrobas se siembra una hectárea. El sembrío empieza a producir a los tres meses y cada arroba de hoja de coca vale 30 mil pesos (15 dólares; una hectárea produce 70 arrobas. Luego de un proceso, los cultivadores fabrican la pasta básica de cocaína. De 40 arrobas de hojas se obtiene un kilo de pasta, que en esta zona se negocia a 2,2 millones de pesos (1.100 dólares).

“El Estado no nos apoya y la gente no tiene a qué más dedicarse. Imagínese que hace un año la creciente del Mira arrasó decenas de poblados y hasta ahora llega la ayuda prometida”, refiere un campesino de Munguí, una de las 70 comunidades de la zona.

Y gran parte de esa droga, e incluso la violencia, contaminan a Ecuador. Una serie de ramales del estuario del Mataje son las rutas de acceso y salida. Además hay pasos informales en Mataje, Mata de Plátano, El Pan y pequeñas trochas en medio de la selva entre Mataje y Tobar Donoso, en Carchi.

En esa zona se han encontrado tres grandes laboratorios en los dos últimos años. Uno de ellos fue el operativo Huracán de la Frontera, realizado en septiembre del 2008, cuando la Policía halló a un kilómetro de la finca de los hermanos Ostaiza un submarino en construcción y un laboratorio. A inicios de julio de este año, el operativo ‘Tormenta del Manglar’ descubrió en el sector Molina, cerca de San Lorenzo y de Puerto Palma, un submarino de 25 metros de largo, que presumiblemente iba a servir para transportar droga.

El estuario de Mataje tiene un sinnúmero de ramales, en medio de espesos manglares. Por esos canales circulan decenas de embarcaciones, cargadas de gas, gasolina, alimentos y otros implementos. La Armada controla la salida de las embarcaciones desde el muelle de San Lorenzo, pero el número de las que salen supera a las que navegan en el Mataje. Un día de mediados de julio, a las 11:00, por ejemplo, solo frente a Palma Real navegan siete botes, unos con pasajeros, otros con carga. Van y vienen de Colombia. Allí atracan en Candelilla y Puerto Palma, pero otros se pierden en el manglar.

El control en la salida de San Lorenzo se limita a pedir la cédula y registrar los nombres, pues la entrada a Ecuador es libre. A los colombianos se les pide el pasado judicial.

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