domingo, 9 de enero de 2011

EDITORIAL: COBARDES, CONSPIRADORES, CORRUPTOS, MENTIROSOS, SEUDOS CONCEJALES Y VAGOS

Por: Guillermo Muñoz
Desde Santo Domingo de los Tsáchilas
Especial para Esmeraldas News

Términos manifestados públicamente por el señor Walter Ocampo, alcalde del cantón La Concordia, en contra de los señores concejales y señora Prefecta de Esmeraldas.

La clase política del Ecuador, con honrosas y selectivas excepciones, se ha caracterizado siempre de generación en generación por su lenguaje mordaz, vulgar, ordinario, inculto e insultante.

Ese discurso populista, sensacionalista y ofensivo ha tenido lamentablemente réditos en el escenario político ecuatoriano, producto de la falta de políticas educativas en todos los gobiernos de turno, lo que ha marginando y limitado al ciudadano ecuatoriano de los avances de la ciencia y la tecnología y por ende de sus legítimos derechos a educarse y a prepararse para defender con conocimiento y capacidad a su familia y a su país en el gran desafío mundial competitivo.

No sólo es vergonzoso y ridículo, escuchar a diario esa forma vulgar y ordinaria de comunicarse en la opinión pública, entre los visibles protagonistas sociales, políticos y económicos de los sectores público y privado, referentemente de la clase política, sino que causa molestia e indignación escuchar y ver la bajeza cultural de tratarse y aún más de comunicarse para intercambiar conocimientos y experiencias en el debate nacional y local, y encontrar acuerdos alternativos de solución a los constantes y postergados problemas en los que se sigue debatiendo la sociedad ecuatoriana.

Esa forma rústica y agraviante de expresarse, genera violencia, división, intranquilidad, retroceso, irrespeto colectivo y por ende debilita la posibilidad de concertar, de conciliar, de construir, de unificar y de organizarse mancomunadamente para planificar y avanzar juntos por el sendero de los aciertos con justicia, libertad y prosperidad común.

Una de las prioridades de las nuevas generaciones políticas y sociales que a través de la crítica constructiva y de la toma de acciones correctivas y renovadas, es el de ser mejores que las generaciones del pasado, pero ser mejores no significa, ser mejores y más hábiles en vicios y errores concebidos con insultos, epítetos y demás improperios, sino que ser mejores debe ser un cambio sustancial de actitud y conducta para expresarse y comunicarse en la diversidad colectiva entre ciudadanas y ciudadanos miembros de una misma comunidad, con respeto al criterio ajeno y buscando constantemente la integración en consensos y acuerdos para la solución de problemas generales.

En cada uno de nosotros está el presente desafío de enfrentar en democracia estas falencias de cultura y acelerar los procesos de civilización, anteponiendo sobre todo interés individualista, el compromiso, la lealtad y la acción participativa en función del bienestar colectivo.

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