lunes, 26 de marzo de 2012

Anchayacu ocupó las viviendas del Miduvi por temor a las inundaciones

EL COMERCIO
Los niños corren de un lugar a otro en una calle adoquinada. Jeison Camacho, de 10 años, y Eddy Ortiz, de 6, sacan sus bicicletas para jugar bajo el imponente sol de la mañana. Son parte de las 250 personas de la parroquia Anchayacu, cantón Eloy Alfaro, norte de la provincia de Esmeraldas, que ocuparon las 110 casas construidas por el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda Miduvi (Miduvi). Jeison y Eddy dicen que ahora pueden jugar mejor porque lo hacen en un sitio plano y con una cancha para hacer deporte. El poblado no tiene calles asfaltadas ni áreas verdes para la distracción. Está a la orilla del río Ónzole. Las casas del Miduvi fueron construidas hace un año sobre 1,5 hectáreas, a 500 metros del poblado, justo en una loma de 180 metros de altura. La finalidad fue reubicar a la población, que se inunda en cada invierno, por el desbordamiento del río Ónzole. Se invirtieron USD 940 000. La directora provincial del Miduvi, Mabel Endara, dijo que el conjunto no se entregaba aún porque estaba en el 90%. Falta una planta de tratamiento de aguas servidas y de agua potable. La funcionaria dice que eso se completará en dos semanas más. Jackson Sevillano, vicepresidente de la Junta Parroquial, señala que las familias no podían seguir esperando; por eso tomaron el plan. Las viviendas son de 36 m², tienen dos cuartos y un baño. Falta enlucir las paredes y colocar las baldosas en los pisos. En el 2006, el Miduvi hizo un censo en Anchayacu. 110 casas debían construirse, para igual número de familias. Seis años después la población creció. Hoy se necesitan 20 casas más. “No sabemos qué vaya a pasar con las demás personas”, dice Sevillano. En las entradas de los hogares, pintados con los colores de Alianza País, hay tanques plásticos y canecas para la provisión del agua potable. El Municipio de Eloy Alfaro la entrega cada ochos días. Amalia Gómez, de 67 años, ha puesto una hoja de zinc sobre un tanque -en forma de canal- para recoger el agua lluvia. Paga USD 1,25 por un bidón de agua apta para beberla. Consume tres en la semana. Para utilizar el baño, ella debe subir agua desde el río, a 500 metros de su casa. Gómez es una de las ocho personas que perdieron sus viviendas el 16 de marzo tras un incendio. “Esto nos obligó a tomarnos las casas que estaba ahí desde hace un año”, señaló. La última inundación fue el 16 de marzo, dos meses después de la primera. El agua subió tres metros sobre el nivel normal del río y se adentró 600 metros, anegando el poblado.  Testimonios Ximena Guerrero ‘Vivimos con sacrificios’ Desde hace 10 días que  nos toca bajar la loma para  lavar en el río y subir agua para utilizar los baños,  que no tienen desfogaderos. Han sido días de adaptación, porque hasta hace poco tomábamos el agua del Ónzole sin hacer muchos esfuerzos. Hoy,  si queremos lavar, hay que bajar  500 metros  con la tina de ropa en la cabeza. Spencer Castillo ‘Una dura adaptación’ Por más de 100 años hemos estado enseñados a vivir junto al río y ahora nos toca hacerlo en una loma por seguridad. Admito que estos primeros 10 días no ha sido nada fáciles  para mí, porque me toca bajar y subir para ir a mi finca que está pasando el río Ónzole. Son  cambios obligados porque cada invierno el pueblo se inunda.

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