REVISTA VISTAZO
Por: Jeannete Zurita
Fecha: 16/09/2010
La lectura del artículo publicado en El Comercio, por Rubén Darío Buitrón en el que destaca que "Hay que salir a las calles a la ciudad, al país, al mundo. Y contar. Contar la vida" me ha animado a relatar esta historia vivida el fin de semana pasado. La primera parte, no tiene nada que ver con mi pasión por los bichos, pero considero merece ser contada, y la segunda es evidentemente consecuencia de esa pasión.
Me comprometí a dictar un taller de resistencia bacteriana a un grupo de médicos. El lugar escogido fue un resort en la Provincia de Esmeraldas. Al llegar al aeropuerto de Esmeraldas, nos esperaba un bus que nos llevaría al hotel. Todo iba bien hasta que el chofer ingresó a la gasolinera localizada en el desvío a Atacames, con el bus lleno de pasajeros. Yo levanté mi protesta. Inmediatamente el representante del resort pidió disculpas y recomendó que bajáramos. El chofer ni se inmutó. Unos pasajeros salimos y otros se quedaron en el bus mientras éste se abastecía de combustible, a pesar que en la gasolinera había un letrero lo suficientemente visible que señalaba entre otras prohibiciones que no se puede cargar el tanque de gasolina de un bus con pasajeros en su interior. Esperando a que el abastecimiento terminara escuche: "Yo no sabía de esta ley", "No se haga lío, no ve que estamos en Esmeraldas", "Que manera de querer armar relajo". "Pero si en Quito todo el mundo tanquea con los pasajeros dentro".
Al día siguiente, me llamó la atención que las dos personas que preparaban los omeletes, los huevos revueltos, etc., para las decenas de turistas ávidos por desayunar, portaban mascarillas. Una cubría su nariz y boca, la otra la portaba debajo de la nariz, y de tanto en tanto se la arreglaba. De igual forma durante el almuerzo y en la cena el personal que servia la comida utilizaba mascarillas. Si consideramos que las mascarillas tienen como objeto evitar el contagio con secreciones, la inhalación de gotitas o aerosoles y salpicaduras sobre mucosas, de un individuo enfermo. Me pregunto ¿Cuál es el objetivo del uso de mascarillas en este tipo de personal de hotelería? ¿De qué microorganismos nos están protegiendo o se están protegiendo? Se ha demostrado que el uso de mascarillas más de una hora favorece la humedad y los microorganismos de las fauces proliferan más de la cuenta con el consiguiente perjuicio para el que lo porta de infectarse con su propia flora bacteriana.
Finalizó el taller. Oportunidad para ir a la piscina. Al acercarme al sitio de entrega de toallas, pregunté a la encargada donde quedan las duchas, me indicó que en la zona no habían, que sólo disponían de unas pequeñas para el lavado de los pies para quitarse la arena. Por lo visto para el uso de las piscinas no es obligatorio ducharse antes de ingresar a ellas. Dentro de los jacuzzi pude observar niños y adultos compartiendo. Uno de los niños degustaba un plátano. El baño con jabón antes de ingresar a una piscina es una elemental norma de higiene, además de ser obligatoria. Los niños no deben ingresar a los jacuzzi pues pueden no controlar esfínteres. En las piscinas y jacuzzi públicos no se debe permitir el consumo de alimentos dentro de ellas.
Los microbios deben estar agradecidos de nuestro desconocimiento microbiano. El temor a contraer una infección es tan dilatado que se utilizan mascarillas sin sentido lógico, menos aún con respaldo científico, tratando de dar una sensación de seguridad y limpieza, que en este caso es falsa, pero no se cumplen con las normas elementales de higiene establecidas que han demostrado ser efectivas. Un contrasentido que debe ser rectificado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario