domingo, 28 de agosto de 2011

Quinindé, atemorizada por ‘guerra’ de sicariato

EL UNIVERSO

Faltan unas horas para que caiga el sol y las puertas de las viejas casas en el barrio conocido como El Bajo, en Quinindé, Esmeraldas, permanecen entreabiertas. Desde adentro, una mujer embarazada teje y observa vigilante a los niños que juegan y bailan al ritmo de una salsa del colombiano Joe Arroyo.

Un ruido llama la atención de los chicos y se ponen a la defensiva. No es nada, dice uno de ellos, y enseguida vuelven a lo suyo. Rodeando el parlante de donde sale la música, un grupo de jóvenes mira la llegada de un vehículo desconocido. Paran su conversación. Miran a los ocupantes de la camioneta, murmuran y al ver que descienden unos vecinos, alguien rompe el silencio con una broma.

Una mirada aparece desde una ventana, una cabeza trata de esconderse en el balcón, mientras Germán Reascos cuenta ¬con tabaco en mano¬ que la balacera del pasado 7 de agosto ocurrida cerca de su casa dejó con miedo a todos. Ahí murieron dos policías activos: Carlos Poma Álava y Alexander Rodríguez Rosales; un niño de 6 años, Dorian Chango Tarira; y Celso Segura Navarro, supuesto líder de una banda dedicada al sicariato denominada Celsitos. Diez días después murió Carlos Angulo Andrade, quien había quedado herido en la tragedia.

“Yo vi cuando Dorian y su mamá subieron a comprar pescado donde doña Josefa. De la nada, una balacera se armó. Lo que hicimos fue meternos a la casa y cerrar todo. El llanto de la gente nos avisó que algo malo pasó”, recuerda Germán, mientras observa inquieto ¬y hasta cierto punto intranquilo¬ de un lado a otro el paso de la gente.

Ese nerviosismo es notorio y repetido en Quinindé, que tiene más de 150 mil habitantes. Muchos hablan, pero nadie quiere que se sepa su nombre. “El lugar es pequeño y si esta gente (los delincuentes) sabe que se está hablando de ellos, seguro los mandan a callar”, comenta recelosa Patricia, de 19 años.

En Quinindé y sus alrededores, la población repite casi de memoria una y otra vez ¬en algunos casos sin haber presenciado el hecho criminal¬ historias que concluyen que la muerte de Celsito, quien registraba una detención en el 2007 y boletas de detención canceladas, fue el cobro de dos intentos fallidos para asesinar al “duro” de los Álava: R. Álava, y en venganza por haber matado ¬dos meses atrás¬ al cabecilla de la banda del Chovo: José Zambrano.

El alcalde, Manuel Casanova (PAIS), entiende el miedo de la población, más aún cuando han existido víctimas inocentes de lo que él califica como “pelea entre dos grupos organizados dedicados a matar gente”. Asegura que no viven en Quinindé, sino que son individuos que llegan al sitio a “vacacionar” o están huyendo de otros lugares en los que cometieron delitos.

Cifras entregadas por el Cabildo de Quinindé ¬basadas en la Policía¬ indican que de julio del 2010 a julio del 2011 en el cantón hubo 66 muertes violentas, y en La Concordia ¬ubicada a 40 km y sede de los Álava¬ hubo 40. En esos 106 crímenes, se incluye el acribillamiento de tres policías.

El nuevo jefe de la Policía Judicial de Quinindé, Marco Erazo, explica que la unidad conoce la información de las bandas, pero como rumores. Afirma que si la ciudadanía no colabora para judicializar las versiones, es muy difícil detener a una persona a la que todo el mundo sabe que trabaja como sicario.

Celsito aparece en el comentario del pueblo como quien “facturaba” por asesinar a individuos con pasado delictivo, pero también se apunta a los Álava y al Chovo como líderes de otras bandas a las que se podía contratar para terminar con la vida de una persona en el país. “Los precios variaban según la víctima. Pueden ir desde $ 1.000 hasta $ 12.000, todo depende de a quién vayan a matar”, dicen un padre y su hija mientras barren el corredor de su local.

Informes policiales señalan que Celso Segura Navarro llegó a Quinindé de Guayaquil unos tres meses antes de su muerte. Se habla de que él habría participado en un crimen en el Puerto Principal y decidió refugiarse en unas fincas ubicadas entre los kilómetros 16 y 17 de la vía que lleva a la parroquia Malimpia, ubicada a 30 minutos al noroeste de Quinindé. En ese sitio nadie quiere hablar sobre Celsito o su agrupación y peor señalar dónde quedan los sitios en los que vivía. Lo que comentan en voz baja es que han jurado vengar su muerte.

“Sabíamos que Celsito se movía entre Malimpia, Quinindé y otros lugares. No podíamos detenerlo porque no había cometido ningún delito aquí”, cuenta un agente policial, quien por temor prefirió el anonimato.

La libertad con la que circulaba Celsito es recordada por la gente. Hay quienes explican que la camioneta Mazda, de color rojo, en la que viajaba siempre, estaba custodiada por una moto con dos personas y dos autos cerraban la caravana.

Pobladores dicen que la pelea entre los Álava y Celsito data de años atrás, aunque se aclara que recrudeció hace unos dos. El sacar a uno de los dos grupos del medio para quedarse con el negocio del sicariato, las “vacunas” (extorsión), el robo en las vías, el abigeato, y otros, eran el fin de la lucha y para ello buscaban acabar con sus líderes.

La banda del Chovo, un exagente de la Policía, aparece en la realidad de Quinindé justo después de que el uniformado recibe la baja, en el 2010, por supuestamente estar involucrado en la muerte de varias personas y participar en narcotráfico.

Existe información confidencial de que Chovo habría trabajado con el teniente coronel Luis Villafuerte Llerena, comandante sectorial de Quinindé en el 2009, quien ese mismo año fue acribillado en el sector Las Orquídeas, en la vía Balsas-Zaracay, El Oro, con los policías Juan Zhuma Vila (muerto) y Darwin Quinche Sánchez (herido). Llevaban 272 kilos de cocaína en una camioneta Ford Sport Track doble cabina azul.

En sus inicios, Chovo colaboraba con los Álava, pero al ver que no existió ayuda de este grupo cuando le dieron la baja, decidió crear su propia organización de sicarios. En ese momento también amenazó con contar hechos de corrupción en los que estaban vinculados algunos jefes policiales del país.

En junio pasado, Zambrano fue muerto supuestamente por gente allegada a Celsito mientras tomaba jugo con el policía Marco Revelo, quien resultó herido en la columna y se recupera en un hospital de Quito.

Por esos mismos días, Segura intentó por dos ocasiones matar al jefe de los Álava que llegaba a Quinindé a visitar a unos familiares. En el primer ataque resultó muerto un chico que viajaba en el auto de R. Álava; mientras que en el segundo intento sí resultó herido en una pierna, pero no de gravedad. Con la muerte de Chovo y Álava herido, Celsito tomó confianza, pero falló su seguridad. A las 19:55 del 7 de agosto degustaba una guaña (pez) frita, cuando un informante de los Álava lo llevó con engaños al comedor donde murió con dos policías.

Erazo sostiene que a raíz de este hecho dos grupos de Inteligencia policial se desplegaron en la zona. También colaboran militares desde el 15 de agosto pasado. Al momento los Álava aparecen como triunfadores, mientras la ciudadanía no sabe en qué lugar deben estar para no salir heridos o muertos en esta pelea entre sicarios.


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