Por Juan Montaño Escobar
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"De esclavo a gobernador de una rica provincia, no es poca la evolución". Así describe Jean Pierre Tardieu, en El negro en la Real Audiencia de Quito, el insólito destino de Alonso de Illescas. Es posible que fuera originario del Congo (o quizá de Angola). Su travesía por Cabo Verde, Lagos, Sevilla, Panamá concluía ese día en que "Recibió sus provisiones, libradas por el secretario de la Real Audiencia, el 28 de Julio de 1577. Brindaban el perdón general para toda la gente de Alonso de Illescas y el nombramiento de éste como gobernador de aquellas provincias". Fue el primer gobernador de la Región de la Esmeraldas, un territorio difuso entre el Puerto de la Buenaventura y el cabo Pasado (o Pasao).
La leyenda de las esmeraldas ya no cabía en el imaginario de la gente que se apuntaba en las casas de contratación para venir a recogerlas, porque se suponía colgaban de los árboles. O lo que escribía un cronista sensacionalista: "tan buenas y de tantos quilates como las viejas de Alejandría o las que gozaba Etiopía".
Fue en Portete, actual cantón Muisne. Diecisiete hombres y seis mujeres africanos huyeron del barco en zozobra, a comienzos de octubre de 1553, hace más de 456 años, y lo que ocurrió después es para asombrarse de la inteligencia emocional de los recién llegados, de sus estrategias de sobrevivencia y finas habilidades diplomáticas; de la conducción militar y tal creatividad propagandística para prevalecer aun con las desventajas bélicas. Debe ser uno de los primeros ejercicios de interculturalidad de la costa pacífica americana. Indígenas y africanos que no se habían visto nunca lograron aproximarse hasta la comprensión inicial y a una rapidez asombrosa.
Primero, los africanos debieron unirse entre ellos, nadie duda de su procedencia de diferentes regiones y no es exagerado decir que hablaran idiomas distintos.
Segundo, al tanteo y las señas consiguieron relacionarse con los indígenas a pesar de la mutua desconfianza. Tercero, siempre encontraron una vía para recuperar amistad y solidaridad después de los conflictos, algunos de ellos trágicos.
Antes del título de gobernador a Alonso de Illescas, los colonialistas españoles padecieron tantas derrotas que se convencieron de la invencibilidad de los negros y zambos y prefirieron la coexistencia pacífica con esa "república".
El día que lograron ampliar las relaciones, el oidor de la Cancillería de Quito Juan del Barrio de Sepúlveda, encargó una pintura testimonial a Andrés Sánchez Gallque, en 1599. En el mensaje adjunto se ufanaba de haber triunfado sobre aquellos "bárbaros que hasta ahora eran invencibles". El genial liderazgo illescano se fundó en el traslado de saberes y conocimientos desde sus orígenes y aquellos conseguidos por contacto con otras culturas y luego compartidos con oportuna diligencia para que nunca más pudieran ser derrotados.
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