domingo, 4 de diciembre de 2011

La descabellada versión de Correa

En su obcecación por sostener la tesis del intento de golpe de Estado, el presidente Rafael Correa ha llegado a decir hoy cosas que son penosas por lo absurdas que son. Veamos por qué.
Hoy durante una entrevista a la Radio Pública, Correa insistió en que previo a los sucesos del Regimiento Quito del 30 de septiembre hubo reuniones conspirativas donde se planificó el intento de golpe de Estado. Mencionó a tres reuniones conspirativas, una de ellas "en el valle".
La idea, si no es ridícula, es descabellada cuando se piensa que para que se planifique algo como lo que ocurrió el 30S se tenía que, necesariamente, contar con la colaboración del propio Correa. ¿Cómo podían prever los conspiradores que el Presidente iba a ir al Regimiento Quito si se armaba una insubordinación en ese lugar? ¿Cómo lo iban a secuestrar si no iba al sitio de los incidentes? ¿Alguien puede imaginar un 30S sin su principal ingrediente?
Para que se haya planificado el secuestro del Presidente en un escenario como el del 30S era necesario tener la absoluta certeza de que el objeto del secuestro iba a acudir al lugar. O que alguien lo convenza de que vaya, para lo cual era necesario que algún colaborador extremadamente cercano al Presidente haya colaborado con la conspiración comprometiéndose a llevarlo al Regimiento Quito apenas estalle el problema.
Habrá quien diga: la conspiración no preveía el arribo del Presidente sino más bien un alzamiento policial y militar para derrocar al Presidente y su llegada lo desarticuló todo. Sin embargo, el propio Correa con una declaración descarta esa posibilidad. "Desde el inicio cuando entramos nos dimos cuenta que no se trataba de reivindicaciones gremiales, ni salarios. Era un movimiento político, una trampa política. Ni bien entramos (gritaron) comunistas hijos de tales, abajo Cuba, abajo Venezuela, viva Lucio Gutiérrez. Nunca quisieron escuchar, eso no les interesaba".
Si lo que ocurrió era una "trampa", como el propio Correa dice, no quedan sino dos posibilidades. O él estaba coordinando todo con los conspiradores o uno de sus íntimos colaboradores lo convenció de que fueran a la trampa.
Con argumentos como estos para convencer de que en efecto hubo una intentona de golpe lo único que se hace es el ridículo. Y el ridículo lleva a la vergüenza.

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