Quito, 9 de enero de 2012
Economista
Rafael Correa Delgado
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
En su despacho.
Le contesto porque debe quedar escrito en el registro de la historia que un Presidente del Ecuador, a sabiendas de la grave injusticia que representaba, persistió en una demanda penal, ganada fraudulentamente, con el único objetivo de beneficiarse económicamente. Un acto de tan monumental corrupción no ha ocurrido jamás en la historia del Ecuador. Ese Presidente de la República es usted y se lo digo sin rodeos ni eufemismos. Mi denuncia demuestra, no a base de especulaciones sino de una comprobación científica, que el juez no redactó la sentencia en contra de Palacio y El Universo sino que ésta provino del mismo computador en el cual su abogado firmó otro documento. Por tanto, está matemáticamente comprobado que ambos archivos tienen un mismo origen y aquello convierte a dicha sentencia en un instrumento nulo e inmoral.
Jamás un Presidente de la República demandó a un editorialista y a un periódico por un delito de opinión; jamás exigió una indemnización millonaria para enriquecerse; jamás protegió a su abogado para que fraguara un fallo judicial, en una grosera intervención en el sistema de justicia, con el fin de obtener una sentencia favorable. Esa es la verdad que usted no quiere enfrentar y por eso huyó al desafío que le planteé como contestación a su incitación de que me despojara de la inmunidad parlamentaria. Usted será responsable ante la historia de este ignominioso acto de abuso de poder. Todos sus insultos y descalificaciones en contra mi persona no cambiarán esa realidad. La verdad no se modifica escondiéndola detrás de un lenguaje procaz; huyendo con descalificativos para no enfrentarla. La prepotencia no desvanece la verdad. Su actuación en este caso ha sido el más patético acto de abuso de poder cometido por un Jefe de Estado en beneficio personal y esa realidad lo acompañará todos los días de su vida.
La Corte Superior de Justicia está a punto de dictar sentencia en tercera y definitiva instancia en éste que es el más grave atropello a la independencia de la justicia y a la libertad de expresión en la historia nacional. La única manera que usted tendría de lavar su nombre es desistir de esta vergonzosa demanda. Pido su desistimiento no porque crea que lo va a hacer ni considere que resta en usted algún vestigio de decencia política, sino porque considero que tengo la obligación de pedírselo. Cuando uno está seguro de algo, como yo lo estoy de mi denuncia, y ve casi irreversible la comisión de una injusticia tiene la obligación moral de intentar evitarla y ese es el único propósito de esta carta y de mi pedido.
No me escondo detrás de epítetos ni adjetivaciones; no me parapeto detrás de la representación que ostento; firmo lo que pienso y lo que digo.
César Montúfar
ASAMBLEÍSTA DE LA REPÚBLICA
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