EL COMERCIO
Cuando sintió el crujir de las paredes, Jorge Quintero se levantó de la cama súbitamente y despertó a su esposa. Corrió hacia la habitación contigua y cargó a sus tres niños fuera de la casa. Eran las 04:00 de la madrugada de ayer.
Alcanzaron a salir con el tiempo justo. Todos resultaron ilesos. La vivienda, hecha con caña y madera, cedió. Fue una de las dos viviendas que quedó en escombros en el barrio La Ceiba, de Esmeraldas, tras el fuerte temporal que soportó la ciudad.
La otra casa estaba junto a la de Quintero y pertenecía a Kelly Ávila. Ella vivía con dos niños que fueron llevados a la vivienda de un familiar, tras el derrumbe.
Ayer, en medio del lodo, se observaron los restos de los muebles de la sala, la ropa y los cuadernos de los niños.
Las tablas que eran parte del piso de las dos casas estaban hundidas. Las paredes de caña guadúa quedaron como acordeones. Había huellas de hundimiento en el área donde cedió la tierra.
El Cuerpo de Bomberos de Esmeraldas llegó 15 minutos después del desplome de las viviendas. Los vecinos del lugar los alertaron. Aunque alcanzaron a rescatar una refrigeradora, una lavadora y el equipo de sonido, estos no funcionaban. La lluvia había terminado con sus sistemas.
Según el Cuerpo de Bomberos, las casas cedieron por la humedad del terreno, pues está constituido de material arcilloso.
En todas las laderas de la urbe, el Municipio impidió la construcción de viviendas por el riesgo que representan, pero Quinteros asegura que la falta de vivienda pública y de recursos económicos los obligó a asentarse en ese lugar. La mayoría de casas que se ven en las lomas es de caña y madera.
Según la Secretaría de Gestión de Riesgos, las zonas altas de la ciudad tienen fallas geológicas y no aptas para levantar estructuras. “Las casas no tienen permisos de construcción del Municipio y se han hecho de forma clandestina”, afirmó el alcalde de Esmeraldas, Ernesto Estupiñán, tras evaluar lo ocurrido.
Marlene Barahona, del área de Desastre de la Dirección de Educación, visitó ayer la zona para ayudar a los afectados. Había una tercera casa que estaba a punto de venirse abajo.
Se calculó que la pérdida económica de las tres familias fue de USD 10 000.
“A todos los integrantes de las familias se les buscará un lugar para que estén mejor y continúen sus actividades. Tenemos vivienda y víveres a disposición para entregárselos”, dijo Barahona.
Aunque Quintero y Ávila aseguraron que no irán a los albergues, sino a la casa de sus familiares. “Al menos hasta que podamos volver a levantar las casas, porque no es lo mismo estar en un refugio”, refirió Quintero.
Desde hace dos años, en los albergues del Colegio Ricardo Paredes y el coliseo Homero López, están más de 10 familias esperando ser reubicados.
Habitaban en el barrio San Jorge (valle San Rafael, en el sur de la ciudad) y El Faro (Las Palas, en el norte). En este último, ayer, cinco familias abandonaron sus casas porque la tierra empezó a deslizarse nuevamente. Suman ocho con las tres de La Ceiba.
El director provincial de la Secretaría de Gestión de Riesgo, Guillermo Prado, dijo que solo en la capital de la provincia se presentaron problemas por las lluvias. En el resto de cantones no hubo reportes de afectados.
Esa institución cuenta con USD 17 000 para atender las emergencias que puedan presentarse por el invierno.
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