domingo, 18 de abril de 2010

El Pambilar está amenazado por las invasiones


EL COMERCIO

Esmeraldas | El sábado 3 de abril, un grupo de 30 personas intentó ingresar al bosque Pambilar, en la parroquia Malimpia, en el cantón Quinindé. Era el mediodía y, según el parte policial levantado por el capitán Rigoberto Cisneros, los foráneos pretendían entrar a la reserva natural con armas.

El operativo se realizó a orillas del río Canandé. Allí estaba parqueado un camión marca Hino, en el cual fue movilizado el grupo de personas. Las armas estaban escondidas en costales de yute. Al inicio, Floresmilo Villalta explicó a la Policía que la intención era cazar a los animales que existen en el monte.

Pero después de constatar que los uniformados no estaban dispuestos a dejarlos pasar, Villalta se exaltó y pidió al resto de personas que lo hicieran a la fuerza. “Esas tierras son del Estado ecuatoriano y nosotros somos ecuatorianos. Por esa razón, nos pertenecen”. En ese instante cayó un aguacero y todos se retiraron.

Hasta el 18 de marzo de este año, las 3 123 hectáreas del bosque Pambilar estuvieron a cargo de la empresa Botrosa. Luego de un dilatado proceso judicial, el Tribunal Constitucional dispuso que sean revertidas al Estado.

La empresa compró Pambilar en 1 992, luego de que se publicara el Acuerdo Ministerial 202, en el que se fijan los linderos del Patrimonio Forestal del Estado en Napo y Esmeraldas. El bosque estaba fuera de esos límites y ahora, el argumento para que sea devuelto al Estado fue que está dentro.

Durante 18 años, el bosque permaneció intacto. En un sobrevuelo realizado por este Diario, se comprobó que los árboles nativos no fueron tocados. Desde el cielo se observa que un copioso manto verde cubre la zona. En esa zona nacen importantes fuentes de agua.

Botrosa es propietaria de 17 000 hectáreas de bosque nativo y de otras 10 000 de bosque plantado. La empresa produce 4 000 m³ de tríplex cada mes. La explotación de las áreas cercanas a Pambilar se hace de manera sustentable. Un ejemplo de eso es que en el lugar donde se cortaron árboles hace 20 años, ya crecieron otros y se planifica una nueva explotación.

Para Ángel Jácome, coordinador del proyecto Bosque para Siempre, que busca el manejo sustentable del área, la decisión es no dejar de plantar en el lugar donde se explota. Por esa razón, se abrieron viveros forestales. “Nuestra prioridad es el medio- ambiente, no hacemos nada que atente contra ese principio”.

Botrosa se acogió de manera voluntaria al proceso de certificación forestal y eso le ha permitido obtener el reconocimiento mundial FSC, que se otorga a las compañías por el uso sostenible del recurso forestal, integrando continuamente variables ambientales y sociales.

En la planta de producción del tríplex, el desperdicio es mínimo. Una parte del rechazo de la madera se utiliza como combustible para los calderos y otra, para generar empleo para las amas de casa de la parroquia Malimpia.

Quinche Zambrano es una de las beneficiarias. En su casa acondicionó un pequeño taller para unir los pedazos de madera que son rechazados por la máquina que elabora el tríplex. Botrosa le paga USD 100 por cada 269 planchas de 127 centímetros por 60 centímetros.

Antes de que se dedique a esta actividad no tenía trabajo y dependía de los USD 2 que le pagan a su marido a diario en las plantaciones de palma africana. “Hasta pude comprar una lavadora y la despensa de la casa está llena siempre”, dice.

Desde que el Pambilar volvió a manos del Estado, la amenaza de una invasión está latente. Mauro Morán trabaja en Botrosa desde hace nueve años y cree que ahora el bosque está desprotegido.

“Sería lamentable que lo invadan. Nosotros lo cuidábamos bien, pensando en el ambiente”.

El respaldo a la comunidad

Botrosa también apoya al desarrollo comunitario del cantón Quinindé. Desde hace 10 años cubre el salario de 50 maestros en las comunidades de influencia del bosque de su propiedad.

Carmen Hurtado es rectora del Colegio Técnico Esmeraldas, donde estudian 400 jóvenes. Ella reconoce que si no fuera por el apoyo de la empresa, los alumnos no podrían estudiar computación. “Además, nos ayudan con material didáctico. Eso es importante, porque acá la gente es pobre, muy pobre”.

También ha financiado campañas médicas, de las cuales se han beneficiado 25 000 personas en los últimos años. Adriana Pinargote tuvo la oportunidad de hacer atender a sus hijos con un médico. “Si no venían acá, no hubiera sido posible, porque para mí es difícil salir a la ciudad”.

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