sábado, 10 de abril de 2010

EDITORIAL: Medios impúdicos


Por: Rubén Darío Buitrón.

Este editorial se reproduce con el expreso consentimiento de su autor.

El pasado domingo quedó claro el destino del “diario popular” que prepara el omnipoder: otro medio impúdico (es decir, sin pudor).

Ese día, en la contraportada de la primera sección del diario El Telégrafo, apareció un aviso a todo color y a página entera. En él se anunciaba la nueva temporada del programa “Mi recinto”.

¿Por qué ese despliegue publicitario? ¿Es un programa que trata temas sociales de izquierda? ¿Un espacio que expresa el profundo cambio en la educación que lleva adelante el Gobierno? ¿Una serie donde florecen los valores y principios éticos más relevantes y esenciales de la sociedad?

“Mi recinto” ha sido una de las parodias televisivas más criticadas precisamente por los “ intelectuales revolucionarios“ que hoy son parte del omnipoder. Ejemplo: el 23 de abril del 2009, la ex asambleísta y hoy ministra Alexandra Ocles denunció los contenidos de “Mi recinto” y exigió que se lo sacara del aire.

Según ella, sus temas ridiculizaban la imagen de la población ecuatoriana afrodescendiente.

Un año después de eso, sin embargo, gracias a la publicidad en El Telégrafo sabemos que nada pasó con la denuncia: “Mi recinto” sigue como uno de los programas estrella de TC Televisión, canal en manos del mismo Gobierno en el que trabaja la denunciante.

Esas incoherencias muestran las verdaderas razones del fracaso del “proyecto de construcción de medios públicos”, como pomposamente se llama a la prensa gobiernista.

Hoy resulta evidente que los medios impúdicos son una expresión partidista y propagandística de los intereses del omnipoder.

Cuando en el 2008 el omnipoder asumió el control de los medios que pertenecían a los dueños de la banca quebrada que perjudicó a millones de ecuatorianos, muchos pensamos que vendrían nuevos tiempos.

En coherencia con “los postulados revolucionarios” del omnipoder, era de suponer que los medios que sirvieron a la banca corrupta como mecanismo de distracción populista y como arma contra sus detractores dejaran de ser máquinas de envilecimiento.

Era la oportunidad histórica para que el omnipoder convirtiese esos medios en herramientas para el pluralismo, el libre flujo de ideas y la pedagogía social.

Pero no. Dos años después, esos medios se manejan con similar impudicia, con la única diferencia de que sirven a otro amo.

La prensa de la banca que quebró al país ha sido útil para la propaganda gobiernista y para el ataque a periodistas, críticos y opositores: basta mirar los canales de televisiòn oficialistas o revisar los editoriales “institucionales” que aparecían en El Telégrafo hasta hace poco.

El omnipoder pronto tendrá otro periódico impúdico, mal llamado “diario público popular”.

Y como ha hecho con la veintena de órganos oficialistas a su cargo, aplicará en él las eficientes armas mediáticas de la banca corrupta.

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