lunes, 24 de agosto de 2009

Ballenas jorobadas atraen a turistas


Sincronizada y lentamente, en una danza marina, las ballenas jorobadas brindan a miles de turistas nacionales y extranjeros un espectáculo impresionante en las costas ecuatorianas.


La costa de Esmeraldas, en el noroeste de Ecuador, dio inicio el fin de semana a la más romántica y grandiosa historia de amor marino, que tiene como único objetivo la sobrevivencia de las ballenas jorobadas (megaptera novaengliae), una especie en peligro de extinción debido a su condición de nadadores lentos.

Miles de ballenas jorobadas han abandonado su gélida "casa" en la Antártida para parir y aparearse en las cálidas aguas del Pacífico ecuatorial, donde deslumbran con majestuosos saltos de amor y vida.

Las paradisiacas costas ecuatorianas, en el Océano Pacífico, albergan entre junio y septiembre a unas 6.000 jorobadas.


Atacames, Súa y Muisne, en la ecuatoriana provincia de Esmeraldas, es uno de los sitios donde las ballenas machos muestran sus espectaculares saltos y cantos a las hembras para aparearse.

Ellas, tras observar los escarceos y cantos de varios ejemplares machos, escogen al más fuerte para que sea el padre de sus crías.

Tras permanecer en la zona, en octubre hembras y machos emigran a la Antártida donde se alimentan durante todo el invierno.

Pero en estas aguas también paren las hembras que quedaron preñadas el año anterior, y una vez en el agua las crías aprenden a defenderse para emprender en octubre el largo viaje hacia el sur.

El espectáculo de estos mamíferos marinos atrae a las costas de Esmeraldas y Manabí a miles de turistas, que buscan observar sus vistosos bailes acuáticos y escuchar sus cánticos submarinos.

Esta actividad llevó al Gobierno de Ecuador a declarar el 29 de junio inaugurada, "oficialmente", y con fiesta incluida, la novena temporada de avistamiento de jorobadas.

Los esplendorosos cortejos amorosos de las jorobadas se repiten no sólo en el mar manabita, sino también frente a las costas de las provincias de Guayas y Esmeraldas

Cada año, de junio a septiembre, las costas ecuatorianas se convierten en el escenario perfecto en Latinoamérica para recibir a los cetáceos, que con su sinfonía y acrobacia casi perfectas ofrecen un espectáculo natural único e irrepetible.

Las ballenas jorobadas son animales gregarios que viven en grupos de ocho a diez, habitan en regiones frías durante su etapa adulta y viajan hacia las aguas cálidas ecuatorianas (26 grados) para aparearse o parir a sus crías.





Su tamaño en la etapa adulta es de 15 metros, las hembras, y 13.5 los machos con un peso promedio que va de 30 a 40 toneladas y llegan a las costas de Ecuador desde la Antártida, para su reproducción y desarrollo de sus crías.

Su color es gris y se caracteriza por presentar en su cabeza unas protuberancias, al inicio de su aleta dorsal presenta una joroba pronunciada, también denominada jiba, razón por la cual se les da el nombre de ballenas jorobadas.

Sus saltos espectaculares son sin duda alguna, lo que más llama la atención a los turistas foráneos y nacionales que copan las playas esmeraldeñas, en una danza marina que maravilla.

La respiración es otro de los aspectos más llamativos de estos cétaceos, ya que al hacerlo expelen gran cantidad de agua vapor con tanta fuerza y presión que se observa una especie de chorro.

Pero la ballenas, según confirmaron a Xinhua pescadores de la zona, también "cantan", pues tienen la capacidad de emitir sonidos que se convierten en melodiosos cánticos submarinos.

Las ballenas jorobadas migran más de 7.000 kilómetros cada año desde las heladas aguas Antárticas en el Polo Sur hasta las costas ecuatorianas, en el Océano Pacífico, para aparearse, parir a sus crías y buscar alternativas de sobrevivencia a su especie.

El avistamiento de las "jorobadas" inicia con la llegada de los machos juveniles, que son los primeros en arribar, luego llegan los machos adultos y finalmente las hembras.

"Son gigantescas, muy amigables, juguetean entre el oleaje y coquetean con quienes las contemplan maravillados", dijo Sandra Centeno, funcionaria del Ministerio de Turismo.

Según Centeno el avistamiento de ballenas es una actividad ecoturística sustentable de gran importancia para la población costera del Ecuador y respaldada por organismos internacionales que protegen a estos mamíferos marinos.

Ecuador, según las autoridades turísticas, decidió reingresar a la Comisión Ballenera Internacional e integrar el grupo de países que aboga por una moratoria permanente de la cacería de ballenas.

El gobierno ecuatoriano tendrá voz y voto para proteger a estos mamíferos para que estos pacíficos seres no sean cazados ni depredados con fines comerciales o para beneficio de depredadores.

Son muchas las familias ecuatorianas que viven de la actividad turística especializada en el avistamiento de ballenas. Desde las costas de Esmeraldas, al norte, hasta las de El Oro, al sur, salen muchas embarcaciones con cientos de turistas deseosos de mirarlas saltando y sumergiéndose en medio del océano.

Los ministerios de Turismo y de Ambiente, debido a que el avistamiento de ballenas es una actividad turística en crecimiento, decidieron reglamentar esta actividad, para preservar a las ballenas y delfines bajo estrictas normas de calidad y cuidado.

Operadores de turismo ofrecen a los turistas la posibilidad de que ellos pongan los nombres a las ballenas, con el fin de que los visitantes se involucren en su preservación.

Estadísticas de organismos internacionales señalan que entre 2007-2008 en aguas antárticas se registró la matanza de casi mil ejemplares de otras especies, entre ellas 50 ballenas jorobadas.

Ante esta situación, la organización internacional Greenpeace, que sostiene hace aproximadamente 30 años una campaña para tratar de detener a los depredadores ha solicitado que Ecuador no sea solamente espectador y que trabaje por la conservación de estos mamíferos que le generan tantos beneficios.

La directora de Investigación de la Fundación Ballenera del Pacífico, Cristina Castro, explicó que la actividad ecoturística y diez años de investigación de ballenas jorobadas en costas ecuatorianas le llenan de mucha satisfacción.

Dijo que le agrada han escogido a las costas ecuatorianas para aparearse y reproducirse durante los meses de junio a septiembre.

Cada animal, señaló, tiene una cola diferente, constituye su huella digital, que ha permitido identificarlas individualmente, catalogarlas, fotografiarlas y bautizarlas con nombres relacionados a las personas vinculadas a este proceso ecoturístico.

Informó también que se ha comprobado que los cetáceos regresan cada año y mostró varios esquemas de registro que así lo comprueban y han sorprendido a grupos de investigadores internacionales con quienes han compartido el tema y se ha demostrado, como país en la Comisión Ballenera Internacional, que se tenía registrado una población de 1848 ballenas.

Muchos científicos se han acercado a las costas ecuatorianas para el avistamiento de estos mamíferos cuya cola es su carné de identidad. Esta parte de su cuerpo ha servido para que unas 1.000 jorobadas, muchas de las cuales pueden llegar a medir hasta unos 30 metros, hayan sido registradas e identificadas.






Organizaciones como Pacific Whale Foundation y la Fundación Ecuatoriana para el Estudio de Mamíferos Marinos (FEEMM) vigilan la situación de los cetáceos en su paso por Ecuador y colaboran con las autoridades para regular el avistamiento de las jorobadas.

El biólogo Fernando Félix, del FEEMM, ha indicado, que entre 20.000 y 30.000 turistas visitan al año las provincias de Esmeraldas y Manabí para avistar a las jorobadas.

La actividad ha supuesto el incremento, en algunos casos excesivo, de barcos turísticos en la zona, lo que representa un problema para la tranquilidad de las ballenas, aunque no ha afectado su forma de vida, que han mantenido durante millones de años.

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