EL UNIVERSO
Eran las 08:21 del jueves 12 de abril pasado y un bajón de energía en la
refinería más grande del país: la de Esmeraldas, sorprendió a quienes
laboran en esa planta. “Fue tan fuerte que se fue toda la refinería. No
hubo energía ni para un foco”, relata uno de los trabajadores que había
acudido a su puesto desde temprano.
“Esa mañana dos
turbogeneradores estaban en mantenimiento, o sea fuera de servicio, pues
estamos cambiando el sistema de MAC 5 a MAC 6. La refinería estaba
trabajando con el Sistema Nacional Interconectado”.
Muchas
unidades quedaron fuera de funcionamiento por el apagón: la de Craqueo
Catalítico Fluido (FCC) –la cual produce diésel, gasolinas y gas
licuado)–, la CCR –de nafta e hidrógeno–, HDS –de diésel premium–.
También a la unidad de gas combustible U, y U1. Asimismo a la Unidad
recuperadora de azufre S y a la Unidad de aguas amargas Z2, describe el
testimonio.
El resultado final del evento: siete días de
paralización total de la refinería más importante del Ecuador, que
procesa 97 mil y 105 mil barriles de crudo por día, dos y hasta cuatro
veces más que las otras (La Libertad y Amazonas). Y en consecuencia:
cero producción de gas, naftas y de diésel premium durante esa semana.
Sobre cuál fue el origen de la falla, varios de los organismos responsables encontraron la culpa en el otro.
Para
las autoridades de la empresa pública Petroecuador, el problema se
registró en el Sistema Nacional Interconectado. La también estatal
Corporación Eléctrica del Ecuador (Celec), que se encarga del transporte
de energía eléctrica en el país y abastece desde ese sistema a la
refinería, admitió que hubo una falla transitoria en la línea de
transmisión de Winchele-Rocafuerte de 69.000 voltios, bajo operación de
la distribuidora CNEL Regional Esmeraldas. Sin embargo, aseguró que la
falla fue eliminada “adecuadamente” y no se produjo ninguna desconexión
en la subestación Esmeraldas.
Mientras que autoridades de la refinería dijeron que la causa fue un problema externo a la planta.
Sin
embargo, tras el percance, el lunes pasado los involucrados: Refinería,
la Corporación Nacional de Electricidad (CNEL) Esmeraldas,
Transelectric (Unidad de Negocios de Celec); Worley Parsons, HMyM y
General Electric tuvieron una reunión oficial en la cual se pueden
obtener pistas de lo que pasó realmente. En la memoria de esa reunión,
CNEL Esmeraldas se compromete a “incrementar los niveles de voltajes los
cuales están por debajo del valor nominal”.
También es cierto
que la refinería no cuenta con los respaldos necesarios para enfrentar
una baja de voltaje. La situación es más preocupante si se toma en
cuenta que dos percances parecidos ya se habían producido, pero que no
trascendieron a la opinión pública, informan técnicos de EP
Petroecuador.
Pero, ¿por qué la mayor refinería del país no tiene respaldos de su sistema eléctrico?
El
problema es que durante la administración de la Marina, que duró desde
el 28 de noviembre del 2007 hasta el 30 de julio del 2010, se eliminó
del programa de la Rehabilitación, el tema eléctrico, pese a que es
vital. “Estaba contemplado el adquirir los respaldos, pero los marinos
lo quitaron”, asegura una fuente de la empresa pública petrolera.
Efectivamente,
en un informe del 12 de febrero del 2010 técnicos de la empresa relatan
cómo se tomó la decisión de “disminuir el alcance de los trabajos de
esta fase del proyecto de Rehabilitación” y se eliminaron los proyectos o
paquetes de trabajo que eran ruta crítica como “equipos críticos
WP01-11 en la Subestación E y D, referentes a la parte eléctrica de
refinación”.
Para la fuente de Petroecuador, hubo falta de
criterio al momento de decidir la eliminación de esta etapa de la
rehabilitación. “Si era para ahorrar dinero, de nada sirvió, pues ahora
estamos sufriendo el costo”, con la falta de producción. Ante eso y para
evitar desabastecimiento, lo más lógico es aumentar las importaciones,
lo cual es un costo alto para el país.
En la refinería, los
trabajadores aseguran que el problema se pudo haber evitado si hubieran
las protecciones que entren automáticamente cuando se cae el voltaje.
También
piensan que no se debió haber sacado de funcionamiento los dos
turbogeneradores a la vez. “Lo normal sería que nosotros como refinería
entreguemos energía a la ciudad”, dicen.
Tras la falla y la
paralización de la planta, Petroecuador aseguró que la situación no
afectará, “en lo absoluto, la entrega normal de combustible para el
consumo interno, ya que el sistema de almacenamiento de derivados cuenta
con las reservas suficientes para atender la demanda”, al menos por
veinte días.
Pese a ello, esta semana en Quito se sintió
desabastecimiento de gas licuado de petróleo (GLP). Para mañana la
Agencia de Regulación y Control de Hidrocarburos (ARCH) ha organizado un
operativo para vender directamente el gas.
Y así evitar
inconvenientes a consumidores como Manuel Collahuazo (37 años), quien el
jueves pasado –a una semana del paro forzado de la refinería de
Esmeraldas– recorrió los barrios de Guajaló y San Bartolo, ubicados en
el sur de la capital, para comprar gas para su casa, pero en ninguna
distribuidora halló el combustible. Un amigo le contó que en el barrio
Nueva Aurora, también en el sur, se estaba vendiendo a $ 5. Pero él
prefirió esperar a que su cilindro se agotara totalmente, antes de pagar
el exceso de precio (el oficial es de $ 1,60). Muchos otros ciudadanos
sintieron la escasez de gas en Quito.
El gerente de
Petroecuador, Marco Calvopiña, reconoció ese problema, pero para él la
paralización de esa planta no ha incidido en la escasez de GLP.
Situación: Crisis y rehabilitación
Informe de alerta
En
el 2008, un informe sobre las inversiones públicas de la Secretaría
Nacional de Planificación y Desarrollo (Senplades) confirmaba que “la
refinería de Esmeraldas está a un paso del colapso”, que necesitaba
tener continuidad en su operación y capacidad de procesamiento; mejorar
la seguridad en sus instalaciones, controlar las emisiones gaseosas y
motivar al personal. Por falta de recursos no se habían podido cumplir
los planes de rehabilitación.
Plan de estabilización
En
el 2011 se trabajó en un proceso de estabilización en el que se habían
gastado unos $ 600 millones y llegaría a $ 855 millones hasta el 2014.
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