Aunque el Jefe de Estado descalifique los llamados a respetar la libertad de prensa, está claro que es un creciente clamor ciudadano
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Por Editorial Diario El Comercio
Cada vez es mayor el rechazo de los ecuatorianos a la agresiva actitud del Gobierno contra el periodismo que hace su trabajo cotidiano de manera responsable e independiente.
Es lógico que la labor de los medios le resulte inoportuna a un régimen que para avanzar sin trabas en su idea de “profundizar la revolución” descalifica a sus críticos, agrede verbalmente a quienes no aplauden sus encendidas diatribas y subestima al periodismo investigativo cuyas publicaciones demandan transparentar la gestión pública.
Y es lógico que a un Gobierno obsesionado con controlar la información le fastidie la multiplicación de voces contra los intentos de reprimir contenidos mediáticos que no calzan en su proyecto ideológico.
Todos los días, y de muchas formas, los ciudadanos repudian la manera de actuar de un mandatario que llegó al poder con un discurso donde prometía cambios profundos pero apela a leyes dictatoriales en sus afanes de silenciar a quienes le incomodan.
A ese rechazo contra el autoritarismo se sumaron ayer tres ex mandatarios, que expresaron su preocupación por “el control estatal de un periódico y estaciones de radio y televisión, el hostigamiento a periodistas y medios independientes y la diaria manipulación de la opinión pública”.
Es probable que el Presidente de la República responda a ese llamado con el argumento de la “legitimidad democrática” para descalificar el pronunciamiento, pero es justo expresar ahora que si en su momento fue cuestionado algún aspecto de la gestión gubernamental de esos mandatarios se debió precisamente a que tuvieron la entereza de ser tolerantes frente a un periodismo crítico, que de manera independiente mostró sus errores y aciertos.
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