domingo, 27 de septiembre de 2009
¿Y la cultura en los pueblos?
por: ELSA MERA BRAVO
Los pueblos se levantan. Los grupos políticos protestan. La gente está inconforme. Ciudadanos inconformes con las instituciones y quienes las dirigen, inconformes con sus gobernantes y con las condiciones de vida.
Ocurre en rincones de nuestra Patria. Ocurre en un pueblito de pescadores. Es un lugar cálido, de casas rudimentarias, del cementerio en la playa, del mar que por las noches los arrulla y a veces los amenaza.
Es el pueblito de las ostras, del langostino, el de calles que cubren de polvo los pies descalzos de las decenas de niños que juegan a la pelota y de sus padres que las transitan.
En Camarones, todos saben lo que es enfrentarse a las olas y lo que es sobrevivir día tras día entre el cielo y el mar para llevar comida a la casa. Lo sabe Alfredo Green, de 60 años de edad, que ama su vida de pescador como ama a su familia. Lo sabe su hijo de 16 años que, muy pronto, se irá a la ciudad, a la capital, para aprender algo más. El joven quiere estudiar en la universidad y aprender a conducir.
Los pobladores de Camarones han sobrevivido por décadas conformes con que no les falte el plátano verde porque con el pescado ya se prepara el delicioso tapao. Han escuchado promesas y más promesas de cambio, les san hablado de obras, de proyectos, de una mejor vida.
Pero en realidad les han negado sus derechos. Aun no tienen alcantarillado, el agua – que no es potable- es escasa, la energía eléctrica por semanas consecutivas no les llega. En una escuela y un colegio se resume su educación.
Alfredo Green y su hijo sueñan con una obra de teatro en su pueblo que les cuente realidades cotidianas, sueñan con una película que les hable de la historia y con un taller que les enseñe a defender sus derechos y a ser ciudadanos participativos. El pescador, altivo, reflexivo, ambicioso, cree que lo que les ha hecho mucha falta es la enseñanza cultural.
Por ello siente pena cuando un grupo de “señores” armados con machetes y garrotes se lanzan contra la Junta Parroquial, insultan y amenazan en nombre del pueblo; en nombre de las madres que a esa misma hora lavan los uniformes escolares de sus hijos, de los hombres que justo en ese momento calientan sus manos en el fogón luego de la jornada de pesca.
Le duele que sean las armas y no el conocimiento lo que mueva a los seres humanos. Le duele el dolor profundo de los engañados que ahora reaccionan por las injusticias acumuladas. Le duele que mientras se disputan los cargos políticos nadie saca a los pueblos de la ignorancia.
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